miércoles, 21 de septiembre de 2011

Carlos A. Alatriste Montiel
     Que la noticia envejece muy rápido hace mucho que no es novedad. Los medios de comunicación electrónica, en general, y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en particular, permiten a los usuarios estar informados en tiempo real.
     Lejos, muy lejos, han quedado los días en que era menester aguardar con paciencia a que amaneciera para ir al expendio de periódicos, o esperar al voceador para enterarse de lo sucedido en la localidad, el país y el mundo.
     Cada vez son menos quienes se dan el lujo de hojear el diario mientras desayunan; muy pocos los que gustan prolongar su lectura acompañados con un buen café… Es que hoy –se dirá— los lectores consultan las notas online, minuto a minuto, en su iPad, iPod, smart phone o PDA.
     Y éste es el punto. Como dijera Marshall McLuhan: el medio es el mensaje. No sólo cambió el soporte de las noticias, sino la forma de leer la realidad. Antaño el lector hurgaba en busca de lo nuevo; ahora se sabe que cinco minutos después de ocurrido un “gran suceso” ya es historia, y entre más se hable de él, más rápido se precipitará en el olvido.
     Y por si fuera poco el ritmo vertiginoso con que se produce, reproduce y fluye la información, la posibilidad ubicua de informarse gracias a dispositivos móviles, amén de la fugacidad de los datos, hay que señalar el hecho de que la información –o al menos una parte— se ha democratizado (por no decir que se ha masificado). Son los mismos usuarios de las TIC quienes producen y consumen mayoritariamente contenidos informativos.
     Cabe, pues, en este contexto, preguntarse cuál es el futuro del periodismo. Pregunta que ya se hizo cuando el surgimiento de la radio, primero, y de la televisión, después. ¿Cuál es su pertinencia? ¿Por qué comprar todos los días un periódico lleno de noticias gastadas, viejas, de sobra conocidas? Porque las noticias son un pretexto –argumentarán los defensores de la prensa escrita. Porque lo importante no son los hechos referidos sino la capacidad de generar opinión…
     Y en el mismo tenor, podemos preguntarnos sobre la utilidad del diario en la escuela actual, hoy que la tecnología educativa avanza de la mano de la innovación. ¿Vale la pena su presencia todavía en las aulas? ¿Tiene sentido el periódico escolar? Marcela Isaías, periodista argentina especializada en temas educativos, responde que sí en su libro ¿Por qué y para qué leer el diario en la escuela? (Santa Fe: Homo Sapiens, 2009). Según dice, el periódico sigue siendo un instrumento “para alfabetizar, sensibilizar sobre problemas sociales y descubrir que lo que se aprende puede tener un estrecho vínculo con la realidad” (20). Y es cierto.
     El periódico –con todos los géneros que ha desarrollado e integrado— por sus características intrínsecas contribuye a la formación de lectores críticos y reflexivos, abre las puertas al disfrute de los bienes culturales, permite contextualizar la toma de decisiones y la asunción de un compromiso social.
     Desde luego, estos frutos no se dan por el simple hecho de comprar el periódico y recorrerlo “a vuelo de pájaro”. Hace falta comprender “cómo trabajan los medios de comunicación [que] eligen qué contar, pero también cómo y cuándo hacerlo” (50). O dicho en otras palabras, de poco sirve identificar los géneros y las secciones de un periódico si no se comprende “la lógica con la que el diario organiza su información, la presenta al lector y responde así a distintas preferencias” (53). Cuando esto se logra, el periódico, en cualquiera de sus modalidades, se convierte, sin duda, en un apoyo valioso para la educación.
    

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